Y fue entonces, justo entonces, justo entonces, aquel
fue el momento. Quien no se ha repetido a sí mismo alguna vez que a no ser que
algo cambiara en seguida, iba a llevar una vida en la que su relación más
importante sería con una botella de vino. Y al final acabaría muriendo gordo y
solo, y le encontrarían tres semanas después medio devorado por pastores
alemanes... Ay... querida Bridget Jones. Si es que desde luego, como nos
gusta dramatizarlo todo. Nos volvemos unos Bridget de la vida cuyo estado
natural es ir a contracorriente y perjurar que el universo nos la tiene jurada
con las siete plagas bíblicas. Es la historia de tu vida… ¿No será que somos
nosotros mismos los que ponemos esa pizca de sal en formato drama? Deberíamos,
y yo el primero, dejarnos llevar y vivir el momento que nos toca ahora mismo.
Los dramas vendrán solos, y cuando menos los esperemos. Dios no quiera que alguna vez tengamos que vernos en la situación de
tener que escoger entre el sexy pero capullo de nuestro jefe o un cabrón aburrido.
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