David Delfín ha sido sin
duda uno de los diseñadores más grandes de nuestro país. No le
recordaremos únicamente por aquella marcada estética, su infinita creatividad,
o su pasión y agudo sentido para desafiar lo políticamente correcto, si no
por su verdad, amabilidad y pasión.
En abril del año pasado, David fue operado de tres tumores cerebrales,
y por varias de las entrevistas que realizó, incluyendo aquella magnífica
para Vogue, dio a entender como esta fatídica experiencia lo cambió para
siempre, sabiendo apreciar la
belleza del presente, de cada minúsculo detalle que le rodeaba. Desde
dar paseos con sus seres queridos por los pasillos del hospital, hasta los
regalos y mensajes de sus amigos. Todo para David adquirió un brillo y una
esencia especial. Aquel pasado julio, en las páginas de Vogue España, posó
además frente al objetivo de su pareja, Pablo Sáez, en una emotiva sesión
donde el diseñador mostró sin censura y con una inmensa fuerza las
cicatrices de sus entonces recientes intervenciones. Y es que tirar la toalla nunca fue
una opción para David.
Llegó con 20 años a Madrid
dispuesto a convertirse en actor, y trabajó de repartidor, camarero y
dependiente antes de que una colección de prendas militares ilustradas con su
ya famosa tipografía se vendiese como churros en el festival de Benicasim de
1999 y le abriese las puertas de la moda. David, fuiste y serás un ídolo
para todos, y has dejado entre todos un agujero imposible de remendar.